ras más de 3 décadas el Chile neoliberal era presentado como ejemplo a seguir en Latinoamérica, pero la actual crisis educativa ha desnudado sus miserias.
Durante varios años se ha planteado en diversos foros, medios y espacios de debate y discusión que Chile es el modelo de país a seguir en Latinoamérica, pero al parecer, el modelo neoliberal chileno está comenzando a hacer agua desde el flanco educativo.
Una democracia acotada
Tras más de 21 años de una democracia limitada por la política de los consensos, que nació tutelada por los militares y empresarios, por ende, ha tenido miedo a las mayorías reales, con la permanencia de un sistema binominal viciado, donde los candidatos de la lista mayoritaria deben doblar en porcentaje al segundo lugar para ganar escaños (en Chile, se escogen dos diputados y dos senadores por distrito electoral) permitiendo con esto que la derecha pinochetista y empresarial mantenga importantes cuotas de poder, pese a ser solamente un 35% del electorado.
Como puede verse, este sistema perverso ha hecho que no surja un interés en votar y participar en procesos eleccionarios. Más encima, la masa de electores chilenos está en una curva descendente y a la vez, envejeciendo, puesto que la inscripción electoral no es automática al cumplir los 18 años, y dado el aparente desinterés, prácticamente han quedado fuera del juego político institucional más de 3 millones de personas, sobre todo en la franja etaria de 18 a 30 años.
Este fenómeno, sin lugar a dudas, es responsabilidad de la clase política chilena en su conjunto que ha preferido mantener el statu quo armado en las postrimerías de la dictadura del General Pinochet que reformarlo para ampliar la legitimidad del sistema democrático.
La crisis de la educación chilena
Esta falta de representatividad que existe en el
En términos de acceso, solo se garantiza la gratuidad en la educación básica, mientras que el resto de los ciclos educativos deben ser pagados, lo cual se acentúa en la educación superior, independientemente que sea en establecimientos estatales o privados, debe ser pagada. Pese a existir programas de créditos y becas para estudiar y posteriormente pagar tras el egreso o salida de las carreras universitarias, es evidente que es insuficiente, tomando en cuenta que a pesar del desarrollo económico chileno, el nivel de vida sigue siendo bajo, tal vez, uno de los mas bajos de la OCDE.
Este es el tema de fondo que cruza la protesta social, en el caso de que cediera el gobierno derechista de Sebastián Piñera, podría ser en la práctica el comienzo del fin del modelo neoliberal chileno, ya que al ser la educación, una factoría ideológica del modelo, el hecho de ampliar la cobertura estatal y la gratuidad en la educación, sería prácticamente cuestionar el actual orden social vigente en Chile.
¿Por qué ahora se cuestiona el modelo? Las demandas por reformas en el modelo educativo vienen desde 1990 pidiendo un cambio en el modelo de financiamiento educativo. Durante los 20 años de gobierno de la Concertación (alianza entre socialistas y democristianos) eludió el problema. Existe una responsabilidad en los antiguos opositores a Augusto Pinochet en no asumir esta deuda social. Los presidentes Aylwin, Lagos, Frei y Bachelet no tuvieron el coraje de asumir esta demanda de décadas.
Por años no se discutió seriamente el problema, pero al asumir Sebastián Piñera en el 2010, se decide revisar esto, pero en vez de poder pasar como el gobierno que reconocía el problema y realizar una radical reformar la educación, por ende, corregir el modelo económico, declaró abiertamente que la educación es un bien de consumo y que es una actividad abierta al lucro. Esto reventó la paciencia de muchos chilenos por pagar por todo sin ver a cambio una inserción social y laboral, muchas veces endeudado hasta no poder y con un modelo que valida a la persona solo por ser alguien que consume y no por su participación política.
Lo grave del fenómeno chileno no es que unos exaltados quemen neumáticos en las calles chilenas, lo grave en Chile es no darse cuenta de la crisis del modelo neoliberal. Es por ello que el gobierno de Sebastián Piñera tiene dos caminos a la crisis: o acepta la demanda de los sectores sociales por una mayor equidad o asume las consecuencias de la rabia popular.
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