Es verdad que ha habido históricamente una lucha soterrada entre dos modelos de sociedad, el ultra liberal y el del Estado regulador, pero también es verdad que esa lucha se desdibuja al agregarle los elementos arriba mencionados, el mercado que no funciona, el Estado que no se moderniza a la altura de los signos de los tiempos, el elector que se mantiene excluido de la soberanía. Se podría decir que esos tres elementos son consecuencia de la lucha, pero eso seria demasiado simple y equivocado.
Es verdad que el modelo ultra liberal triunfó de la mano de la dictadura. Es decir, durante la dictadura se lograron “destrabar” aquellas amarras que impedían el total libre albedrío en muchos aspectos de la vida nacional. Es así como se liberalizaron las regulaciones para el desarrollo de las ciudades, se vendieron aguas, se pasaron las escuelas a los municipios etc, etc. También es verdad que muchas de ellas no se abordaron en los 20 años de la Concertación y otras fueron rechazadas por la derecha cuando se abordaron. El único relato serio y detallado del Régimen de Pinochet lo escribió mi marido, pero nadie ha hecho la lista de las leyes que hay que revertir para devolverle a Chile la búsqueda mancomunada de bien común por encima de los intereses privados. Lo peor de la herencia de la dictadura no es solo la Constitución, sino lo que quedó instalado y no se ha cuestionado. Demás está decir que la baja calidad de vida que permite la ciudad de Santiago es una de las consecuencias más perversas, y el Transantiago es la consecuencia mucho más que la causa de una política pública que segregó definitivamente la población entre ricos y pobres y condenó a los pobres a la peor de las calidades de vida. El uso del tiempo libre es una de los grandes logros de la modernidad y la prosperidad, y Santiago lo destruye y no lo permite. Uno entre muchos temas no tocados, que se agrega a los grandes temas nacionales.
Por cierto no puede faltar a esta lista las trabas de la Constitución de Pinochet. Las modificaciones hechas no han permitido desmantelar la totalidad de las trabas para avanzar en la creación de bien común. Es una Constitución que dificulta la creación de bien común y no permite las reformas necesarias. Esa lucha histórica que la Concertación perdió, o más bien ante la cual abdicó para recuperar la democracia, es la que está teniendo lugar en este momento, con el agravante que hoy no es una batalla ideológica, sino una batalla de la modernidad.
Pero todo lo anterior no disminuye el hecho que lo que nos sucede hoy no es la lucha del pasado, sino la lucha del futuro. Se complejiza la demanda de todo lo anterior al mismo tiempo que se complejiza la solución. No se trata de una demanda que aborde solamente el problema privado-público, que es una lucha que se arrastra del pasado, sino también el problema de la soberanía del elector, el problema de la ineficiencia del Estado, el problema de la lentitud, de los malos mecanismos de acuerdo, de la calidad de vida, de la calidad de la democracia. La democracia no es otra cosa que la existencia de mecanismos que regulen el conflicto entre distintos grupos de la sociedad de una manera conocida y prevista.
En esta democracia los conflictos de los que no tienen poder no se abordan y no encuentran solución. Esos son los vulnerables en Chile, los que no tienen poder para ser parte de la democracia. Los partidos no los representan, no han sido capaces de interpretar las necesidades de las mayorías a la velocidad y magnitud de las aspiraciones. Los vulnerables no son los que les faltan “cosas”, ellos tienen políticas públicas, todo el sistema político, la iglesia, están orientados a eliminar la pobreza. Nadie está orientado a representar a los que no tienen poder para que sus problemas sean tratados. Hasta cuando hablan de los pobres materiales, cuando lo que más falla es la miseria de poder que tienen los ciudadanos.
Es la calidad de la democracia la que está puesta en cuestión, porque a lo largo de los años se han ido acumulando razones para aumentar las demandas mientras al mismo tiempo las antiguas no han quedado debidamente satisfechas. No nos saquemos la suerte entre gitanos, los chilenos ¿qué es lo que decidimos?
Una elección parlamentaria donde muchos son “designados”, porque el sistema asegura la continuidad y es el partido el que elige a los representantes, a los cuales hay que agregarles los designados de verdad porque escasean los políticos y se recurre a los pocos que hay.
Fíjense que los chilenos se creyeron este cuento de la democracia, donde el horizonte auguraba cosas lindas, como la igualdad ante la ley, la garantía de derechos (que va aparejada de obligaciones). Se imaginaron una vida digna. En resumen las garantías políticas, y las garantías sociales. El pago de los impuestos, que es una obligación, está condicionado a la entrega de bienes públicos como los derechos básicos que el Estado debe entregar. Si el Estado no es percibido entregando en cantidad y calidad los derechos esperados, el pago es acorde con esa percepción, y la evasión, elusión y no pago aumenta. Lo mismo con el pago del boleto del bus, el abuso de las licencias, etc, etc.
Este es un resumen incompleto del Chile “sin máscara” porque nos escondemos detrás de las máscaras como dice Octavio Paz en su Laberinto de la Soledad. Los estudiantes lo que han hecho es que nos han desnudado frente al mundo sin aviso previo, porque como generación se cansaron de esperar que las cosas “sucedieran”. Ellos nos han quitado la máscara.
Lo grave es que el viejo establishment cree que es posible sustituir una máscara con otra. Hacerlo sólo profundiza la desnudes y muestra los surcos de las arrugas que escondía.
La derecha ha resucitado al comunismo que tiene cara de mujer joven como un fantasma del pasado Ni la demanda es comunista, ni la lucha es por esos dos modelos de sociedad. Ese es el Chile del pasado. Lo que surge es la demanda que trae consigo el desarrollo, el crecimiento. Paradojalmente esa es la única predicción en la que Karl Marx no se equivocó. El desarrollo económico trae consigo cambios inevitables que transforman las sociedades, y esos cambios terminaran dispersando el poder de los que querían mantenerlo. Chile ha caminado a pasos agigantados hacia la consolidación de valores de la autoexpresión el individualismo, la autodeterminación de cada cual en su vida personal, mientras ha mantenido los valores tradicionales. No en vano se demoró el Congreso ocho años en aprobar la ley de divorcio.
En resumen hoy día los chilenos están demandando una sociedad democrática y abierta, que mucho más que un cambio de modelo, es un cambio de paradigma y de cultura.
Esto implica no solo la dispersión del poder que impida los monopolios, los abusos, la “captura” de lo privado para el bien de unos pocos, sino también la instalación de una meritocracia, donde valga el esfuerzo, exista la recompensa, y la competencia tenga sentido (ahí a lo mejor logran avances en la productividad de la que tanto se quejan). El otro ámbito es el de la igualdad ante la ley es un cambio hacia una sociedad donde nadie pueda torcer los hechos sin quedar impune.
El cambio que quiere Chile, sin duda no sucederá en este gobierno que cree que esto es simplemente un problema de políticas públicas más, políticas públicas menos, dineros más, dineros menos. ¿Acaso no se dan cuenta que en el momento que la Concertación agoto el recurso “política publica” no pudo seguir gobernando? Los 20 años de Concertación fueron una excelente administración de todo lo que se podía hacer con políticas públicas sin reforma alguna. Se abstuvieron de presentar, se autocensuraron, o bien simplemente se cansaron de intentarlo, la verdad es poco relevante por qué no lo hicieron. El movimiento estudiantil está claramente diciendo que la Concertación fracasó en la democratización profunda que se espera. A ello se le agrega que el Presidente Piñera como empresario cree que el mecanismo de la democracia es como el de la gerencia, se plantea un problema y el gerente encuentra la solución en la soledad de su liderazgo, no entendiendo que la diferencia de la presidencia con la gerencia, es que en democracia las soluciones se encuentran colectivamente.
El mayor problema de aprendizaje de la derecha después de 50 años sin gobernar, es comprender el concepto de los “bienes públicos”, en contraste con los “bienes privados”. A juzgar por El Mercurio y La Tercera todos los bienes públicos demandados son comunistas, los bienes privados son los correctos. Es la figura que defiende el derecho a estudiar de los que no quieren ir a huelga. Es la figura del que quiere que no haya sindicatos que defiendan los intereses de los empleados. La debilidad de la CUT no es solo el problema de Martínez, es el problema de la democracia que necesita balances. No tener sindicatos para la empresa es lo mismo que no tener oposición para la democracia, ocurre el totalitarismo cuando no hay balance. ¿La democracia terminaría siendo así una demanda comunista? Ese camino fundamentalista del blanco y negro ya sabemos donde nos llevó.
Una sociedad abierta es aquella donde el poder reside en las instituciones y no en las personas. Donde las decisiones no son unilaterales, donde prima el bien común, donde hay igualdad ante la ley. Hoy Chile tiene un sistema político y económico donde el poder reside en las personas, no hay igualdad ante la ley, no hay recompensa por los esfuerzos (de ahí la baja productividad) y no hay meritocracia. Que el poder no esté al servicio de nadie, sino de todos.
La lucha de los modelos de sociedad se ha trasladado de una discusión meramente económica a una discusión político-cultural. Por el momento no existen las mayorías que permitan las reformas que estas demandas requieren, y no se ve en el horizonte la conformación de alianzas políticas para llegar a tener esas mayorías. Se puede anticipar que este gobierno intentará por la vía de las políticas públicas “tapar el sol con un dedo”. El sol del Chile sin máscara. Lo que se puede decir con certeza es que de aquí en adelante la política chilena será sobre la formación de esas mayorías que puedan abordar la lucha soterrada por la dispersión del poder.
Ya ha empezado a aumentar el número de personas que se registran para votar, como primer indicio de que las cosas cambiarán en la próxima elección. Hay que prepararse porque la democracia nos hará galopar. El fracaso del paro muestra que las mayorías son complejas de conseguir, muchas voces de cambio, pero pocas voluntades. El cambio por tanto será lo que nos ocupe el futuro. ¿Quién será el valiente que se atreva a ser candidato para hacer reformas? ¿Y cuáles reformas? ¿Con cuáles consecuencias?
¿Acaso no es un chiste de la historia que esta demanda se exprese con fuerza en el primer gobierno de derecha después de 50 años? ¿Es el boomerang de Pinochet? ¿Su modelo contiene las semillas de su propia destrucción? Se demanda la dispersión del poder en el gobierno de los que quieren consolidarlo. Ese es el conflicto que nos embarga y punto de inflexión en el que nos encontramos. El movimiento estudiantil no es más que un instrumento de la historia, y Camila Vallejo, el comunismo, no tiene vela en este entierro, es simplemente un fantasma que aparece para confundir a los que leen El Mercurio. (Demás esta decir que ellos son cada día menos, hoy solamente un 5% de los chilenos dicen tener los diarios como fuente de información política. Antes, hace una década, era el 10%.)
La lucha soterrada ha comenzado por una sociedad democrática y abierta, algo mucho más difícil de comprender para quienes han vivido creyendo que Chile termina en el barrio donde viven.
Las consecuencias y amenazas son evidentes: por una parte se pierde la paz social y por otra se levanta la amenaza de la violencia terrorista. Es decir las respuestas intransigentes encuentran consecuencias intransigentes, la historia desgraciadamente nos comprueba una y otra vez esta simple premisa.
El fracaso del paro puede hacer creer al gobierno y a los que quieren preservar el “statu quo” que ha obtenido una victoria, cuando en realidad lo que ha obtenido es un descanso mientras alguien prepara un desembarco en Normandía. Como dijo el almirante japonés después de Pearl Harbor, no hay que cantar victoria porque “ha despertado el León”. Pocas cosas producen más fuerza que una derrota, miren a los pingüinos y miren el movimiento estudiantil del 2011. Esto está recién empezando
Este gobierno no cabe duda que no es culpable de estas demandas sino la Concertación. Pero este gobierno será culpable de las consecuencias de sus respuestas. Será el gobierno donde se abrieron las compuertas de la democracia, porque Chile con la alternancia en el poder concluye que sus instituciones no están en peligro y ha llegado la hora de hablar.