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viernes, 2 de septiembre de 2011

La familia que hay detrás de MANUEL, el escolar muerto en noche de paro

Los Gutiérrez Reinoso muestran el rostro más profundo de la transformación del dolor por la fe. Declaran que no están dispuestos a permitir que la muerte del benjamín de la familia "tome otros rumbos", porque "mi hijo no era de ningún partido político".  




RETRATO FAMILIAR : Gerson (hermano), Lidia (abuela), Mireya (la madre), Martín (sobrino) y Jacqueline (hermana). Atrás, a la izquierda, Issac (hermano) y Manuel, el padre del Manu.





Hace dos días, Guiseppe vio a Manuel saliendo de la casa.
Lo observó acomodándose el polerón y subiéndose la capucha, como lo hacía siempre.
Lo iba a saludar, cuando recordó que estaba muerto.
Es que uno de los hermanos de Manuel, Isaac, es igual de contextura, y tiene gestos parecidos, aunque distinto carácter. Por eso, Guiseppe, su amigo y vecino, con el que jugaron desde chicos en aquellos tiempos en que no había reja que separara las casas de uno y de otro, el Guiseppe que lo acompañó en su última caminata, creyó que era el Manu...
Pero no hubo alguien como él en la Villa Jaime Eyzaguirre. En eso coinciden los vecinos y la familia. Si hubiera sido cualquier otro, no habría faltado quien dijera: "Le pasó por andar metiéndose en leseras".
En lo que definitivamente no coinciden los vecinos es en cómo ocurrió la tragedia. Unos dicen que cayó justo a los pies de la botillería "Los Primos", a unos 60 metros de la caletera de Vespucio, en el pasaje Amanda Labarca, esquina Roque Esteban Scarpa. Otros afirman que fue en la vereda del frente...
¿Desde dónde le disparó el carabinero la bala 9 mm de la UZI, que le dio en el pecho?
Esa es otra cuestión que se discute en la población. Están los que afirman que fue desde el otro lado de la autopista Américo Vespucio, por donde se encuentra Lo Hermida, donde había incidentes a esa hora... tantos, que casi incendian la COPEC de esa esquina. Y agregan que el carabinero subió unos pasos por ese lado de la pasarela antes de disparar. Gerson, el hermano que iba en la silla de ruedas que empujaba Manuel, ha dicho que el policía iba en una patrulla, pero el abogado de la familia, Washington Lizana, cree en la otra tesis. Sin embargo, Guiseppe, que iba con ellos, coincide con Gerson. También otro amigo del Manu, Juan Moya, que estaba más cerca de la caletera, dice que "pasó una patrulla y un paco disparó".
Anoche hubo otra velatón en la Jaime Eyzaguirre, para recordar al Manu a una semana de su partida. Mientras eso ocurría, por facebook se manifestaban los intereses de los demás: "Un motivo más para la protesta. Te vamos a vengar", "la revolución se acerca. Chile no se rinde, mierda".
En tanto, en el pasaje Olga Poblete, a seis cuadras de la zona de la muerte del jueves 25 de agosto en el segundo día del paro convocado por la CUT, los Gutiérrez Reinoso muestran el rostro más profundo de la transformación del dolor por la fe. Y declaran que no están dispuestos a permitir que la muerte del benjamín de la familia "tome otros rumbos", porque "mi hijo no era de ningún partido político".
En la Villa Eyzaguirre casi toda su vida
"Esta casa era de los familiares de mi esposo".
Lo cuenta Mireya Reinoso mientras termina de almorzar una cazuela de pollo junto a su madre y dos de sus hijos, Gerson e Isaac.
Mireya se casó con Manuel Gutiérrez el año 1985. Por un tiempo vivieron en la Población Santa Julia, pero al poco andar fijaron residencia en la Villa Jaime Eyzaguirre, donde el matrimonio llegó a vivir con doña Lidia, la abuela materna de Manuel, la que compartía pieza con el nieto de sus ojos... ella que es no vidente.
Ahí, en la comuna de Macul, entre las calles Rodrigo de Araya por el norte, Calle 5 por el sur, Américo Vespucio por el este y Avenida Los Presidentes por el oeste, llegaron primero los Gutiérrez durante la "Operación Sitio" en el gobierno de Frei Montalva. Fue un plan de soluciones habitacionales para los "Sin Casa". Mediante el pago anticipado de mínimas cuotas CORVI, el Estado compraba un terreno privado, le hacía una básica urbanización y les entregaba a las familias un sitio donde construían sus viviendas de madera.
Los Gutiérrez Reinoso se instalaron cuando ya había pasajes con casas de cemento. Amononaron la suya y le pusieron reja.
En 1986 nació la primera hija, Jacqueline. Luego vino Gerson, de 22 años, más tarde Isaac, de 21; y el concho, Manuel, que llegó al mundo un 25 de diciembre y que para la próxima Navidad cumpliría 17 años.
Los primeros 14 años de su matrimonio, Mireya los dedicó a los niños mientras su marido, paso a paso, fue montando una pequeña empresa de venta y distribución de diversos artículos, especialmente chinos. Tuvo su momento de holgura, pero quebró. Cuando se separaron, hace cinco años, él partió al sur a ganarse la vida como pescador artesanal en Coronel.
Mireya se dedicó a los enfermos. "Soy asistente de enfermos", cuenta ella, y su hijo Isaac la corrige: "Mamá, ahora eres jefa de turno". Trabaja en un hogar de niños postrados.
La abuela se encargó de sus nietos mientras Mireya proveía sustento, que se sumaba a lo que nunca dejó de aportar el padre.
"Yo soy nacida y criada en el Evangelio", se presenta doña Lidia, y su hija enfatiza: "Mi mamá es cristiana y yo soy cristiana desde los 13 años. Conocí a mi esposo en el templo".
Por el living-comedor corre de un lado a otro el niño Martín, de dos años y medio, diciendo: "Yo quiero escuchar alabanzas a la noche". Es hijo de Jacqueline, su hija de 25 años, que hasta hace poco trabajaba en un call center. "Nos vamos dando la mano unos con otros", dice Mireya, junto con repetir que su madre siempre la ha ayudado.
¿Y cómo lo hace, si no puede ver?, preguntamos y contesta su nieto Isaac: "¿Puede creer que ella me enseñó a tocar guitarra?" Mireya acota: "Mi mamá cose", en tanto la propia abuela asevera: "Y enhebro agujas".
"Prácticamente nací así. Me dio un aire", explica sacándose los lentes oscuros que cubren su ceguera. Una infección le produjo cataratas y así fue como doña Lidia, sin vista, desarrolló el tacto y el oído para tener su lugar en el mundo. Y fue madre. "Eramos las dos no más, hasta que yo me casé", cuenta su hija Mireya.
-¿Cómo pudo criar a su hija, doña Lidia?
-Dios me ayudó. Entre lágrimas, como se cría a los hijos a veces...
Al lado, su nieto Gerson, que egresó el año pasado de Cuarto Medio, se mueve en silla de ruedas. "Nació con mielomeningocele, un tumor en la columna. Por eso no puede caminar", cuenta Mireya, sin un atisbo de autocompasión y más bien contenta porque ella, que no tuvo hermanos, dio a luz cuatro hijos, "todos criados en el Evangelio".
"Tú soi malo para la pelota porque erís mateo"
Casi todas las tardes, después de sus clases de electrónica en el Liceo Técnico San Lawrence, de San Joaquín, Manuel llegaba a la casa, dejaba la mochila y partía con la abuela a la Iglesia Metodista Pentecostal Clase Simón Bolívar. Ahí seguían los pasos del inspirador, el norteamericano pastor Hooven que llegó de Estados Unidos en 1909 y al poco andar se separó de los metodistas episcopales para iniciar la nueva vertiente evangélica de los pentecostales. "El verdadero secreto de todo es que es real; verdaderamente, le creemos al Espíritu Santo", decía el pastor Hooven.
Doña Lidia cree que si Manuel hubiera vivido, habría sido pastor. Pese a que recuerda que él quería ser el primer profesional de la familia... y que se casaría cuando sus dos "viejitas" ya no lo necesitaran.
-El chiquitito que falleció era mi guagua. Era muy tierno, muy especial... mis ojos. Estuvo becado por sus buenas notas.
Al comentario de la abuela, sigue el de la madre:
-Manolito tenía muchas actividades en la iglesia. Participaba en el coro "Proyección". Era ayudante de sonido en el templo. Su círculo era ése: la iglesia, la casa y el colegio.
Su hrmano Isaac lo llevaba a la cancha sintética a jugar a la pelota aunque, definitivamente, no era lo de Manuel. "Siempre se lo dije: tú soi malo para la pelota porque erís mateo". Una vez se picó, dice Isaac, autodidacta en el trabajo de instalaciones publicitarias. "No le gustaba tirarse a atajar. Atajaba con los pies. Ese día íbamos perdiendo, yo estaba enojado. ¡Juega con las manos!, le grité. El se vino a la casa. Cuando llegué, mi mamá me preguntó: ¿Qué te pasó con tu hermano? "Vieja, relájate", le dije, "lo que pasa en la cancha ahí se queda". Al rato, estábamos viendo la televisión. Así eran nuestras peleas".
"Manu, llegaste primero"
A Gerson, el hermano mayor, le contaba lo que lo conmovía. Con Isaac la relación era más lúdica. De hecho, ese 25 de agosto estaban escuchando radio cuando sonó una canción típica del Club de la Comedia. "Fue espontáneo, nos reímos y nos pusimos a bailar".
Al anochecer, Gerson le dijo que quería ir a mirar afuera. Manuel consiguió permiso con la mamá. Caminaron unas seis cuadras. Les faltaban unos 70 metros para llegar a Vespucio con la caletera, donde estaban haciendo una "carbonatada" en torno a una fogata, cuando cayó con una herida mortal.
"Manuel era mis piernas", dice Gerson. Y los ojos de su abuela.
Uno de sus amigos de la iglesia comenta:
-La gente se angustia por la pérdida. Pero nosotros sentimos que no lo perdimos, sino que nos distanciamos y en algún momento nos vamos a volver a encontrar. Por eso yo le escribí: "Manu, llegaste primero"




http://www.lasegunda.com/Noticias/Nacional/2011/09/677900/la-familia-que-hay-detras-de-manuel-el-escolar-muerto-en-noche-de-paro

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