Un año y medio después de llegar al poder en Chile, el Gobierno de centroderecha tiene la peor valoración ciudadana de la democracia
El presidente de Chile, Sebastián Piñera, tiene apenas un 22% de popularidad, la más baja que ha tenido un presidente en este país desde la vuelta a la democracia en 1990. Un año y medio después de su victoria electoral, que llevó al centro derecha por primera vez al poder tras la dictadura, la economía crece al 6%, el desempleo se encuentra en niveles mínimos.
Sociólogos, politólogos, académicos y columnistas chilenos se esfuerzan por dar explicación a un desgaste que no se corresponde con la marcha económica del país en términos macroeconómicos y que tiene causas complejas. Cinco de estos expertos aportan para EL PAÍS algunas de las claves para entender por qué los chilenos no quieren ya al presidente que ellos mismos eligieron democráticamente en enero de 2010, tras 20 años de gobiernos de centroizquierda.
Uno: La personalidad del Presidente
“La personalidad del Presidente es, en mi opinión, el principal problema del gobierno”, señala Carlos Peña, columnista del periódico chileno El Mercurio. “Ha mostrado un comportamiento que cualquier psicoanalista –con la fría denominación de la literatura– llamaría histérico. El activismo del presidente, quien en vez de leer, conversar, dudar o meditar, simplemente se mueve, parece más preocupado de satisfacer a un amo imaginario (el pueblo, los otros, las audiencias) que de estar a la altura de las expectativas que desata el cargo que desempeña”.
No es el único que menciona la personalidad de Sebastián Piñera al explicar su baja popularidad. Casado, cuatro hijos, empresario exitoso, político incansable, piloto de helicópteros y buzo, Piñera ha sido tal vez el presidente más atípico en la historia reciente en Chile. Lo retrata el sociólogo Eugenio Tironi, que ha publicado recientemente el libro que¿Por qué no me quieren?, donde analiza las causas por las que la ciudadanía le tiene poco afecto al mandatario: “Hace muchas cosas, pero nadie sabe adónde va”.
“No lo quieren porque la ciudadanía siente que él no los quiere. Que actúa por amor hacia sí mismo, que es inmenso, y no por amor hacia ellos”, dice Tironi. “La gente siente que los quiere utilizar, y le responde con su misma moneda: exigiéndole cosas, y juzgándolo por ellas, y negándole gestos de comprensión y de cariño. Los chilenos no tienen conexión emocional alguna con él. Lo sienten muy distante a ellos por historia, estilo de vida, forma de actuar”.
Dos: Altas expectativas de la gente
El presidente Sebastián Piñera asumió el cargo el 11 de marzo de 2010 tras ganar la segunda vuelta con el 51,6% de los votos contra el candidato de la Concertación (alianza de centroizquierda), el ex jefe del Estado Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Fue el primer Gobierno de derecha que llegó democráticamente al poder desde 1958 y lo hizo bajo el eslogan de una nueva forma de gobernar marcada por la gestión y la eficiencia.
El rector de la Universidad Adolfo Ibáñez, Andrés Benítez, cree que desde el comienzo esta administración pecó de soberbia: “Se presentó a sí misma como de excelencia, que no necesitaba a nadie y que ella sola podía cambiar los problemas del país. Ahora, que no lo ha logrado, la gente les pasa la cuenta”.
Varios de los analistas entrevistados, como el abogado y columnistaJorge Navarrete, hablan sobre el serio desajuste entre las expectativas y la realidad. Para David Gallagher, analista del Centro de Estudios Públicos (CEP), “un Gobierno nuevo crea expectativas grandes, por lo que goza al comienzo de mucha popularidad, y luego la gente se da cuenta de que no es tan distinto al anterior. Y eso produce rechazo”. Lo secunda el sociólogo Eugenio Tironi: “La ciudadanía no siente que haya llegado ese país distinto, próspero, eficiente, que él prometió en la campaña. El juró delivery, y la gente le creyó y por esto apostó por él. Mal que mal, es lo que se espera de un empresario. Pero eldelivery ha sido mediocre, incluso en la reconstrucción tras el terremoto”.
Tres: El menosprecio de la política
Entre las razones que se han dado en Chile para explicar el bajo apoyo al Presidente está la difícil instalación del gobierno de centro derecha tras dos décadas fuera del poder. Lo explica Andrés Benítez: “Luego de 20 años había nada de experiencia. Esto fue muy grave si se tiene en cuenta que comenzó con un terremoto, donde se requerían acciones urgentes. No por nada la reconstrucción es una de las cosas peor evaluadas por la ciudadanía”.
Otra causa del problema: los asesores que escogió para gobernar en su primer equipo ministerial. De acuerdo a Carlos Peña, el presidente chileno repitió una característica del Gobierno de Alessandri (el otro Gobierno de derecha que hubo en Chile, además de la dictadura): decidió erigirse por encima de los partidos y prescindir de los políticos de profesión.
“Esto explica que en su gabinete haya nombrado a gestores. Tras esa decisión está el prejuicio de que el buen gobierno exige subordinar la política a la técnica. Piñera no se ha desempeñado bien en el campo de la política –la lucha cotidiana por construir alianzas y ganar adhesiones- debido a esa convicción: él cree que la política, imprescindible a la hora de hacerse del poder, es solo relativamente necesaria a la hora de ejercerlo", analiza Peña. "Aunque este diseño cambió –incorporando a políticos al gabinete- ese prejuicio todavía sigue rondando: la política no importa”.
Cuatro: Las ansias de popularidad
David Gallagher sostiene que Piñera se mostró desde el primer momento demasiado ansioso de ser popular: “Y cuando la gente percibe que alguien quiere ser popular, lo castigan”, dice el investigador del Centro de Estudios Públicos. A modo de ejemplo, cita lo que ocurrió tras el exitoso rescate de los 33 mineros que permanecieron 69 días a 700 metros bajo tierra. “Fue una sobreactuación”, indica Gallagher.
También recuerda cuando, tras protestas ciudadanas más bien discretas, el presidente decidió cancelar el proyecto de la planta termoeléctrica Barrancones, saltándose el proceso institucional. “Fue una demostración de ser demasiado sensible a las presiones populares”.
El rector Andrés Benítez señala, además, que el propio Piñera ha querido posicionarse como el centro de todas las decisiones. “Nunca actuó en equipo. Y cuando las cosas no resultan, entonces él aparece como el gran culpable”.
Cinco: Las obras del Gobierno
Pero, ¿qué ha ocurrido con políticas públicas de este gobierno? Carlos Peña dice que, en estos 18 meses de administración, “no hay nada que augure transformaciones parecidas a las que llevaron a cabo la dictadura (que, cruel y todo, innovó) o la Concertación (que modificó el tipo de Estado que heredó)”.
El columnista dice que todos los temas que dan identidad ideológica a la derecha, la disminución de impuestos, la desregulación del mercado laboral o las mejoras en las políticas de seguridad, hasta el momento brillan por su ausencia. Eugenio Tironi añade: “El Gobierno de Piñera tampoco ha tenido éxito en lo mínimo que la ciudadanía exige a la derecha: seguridad ciudadana y orden público. Nunca habían habido más marchas y protestas en Chile, y la delincuencia ha vuelto a subir”.
Gallagher entrega otra clave: pese al crecimiento económico, a la sólida creación de empleo y a una inflación controlada en el 3%, la cesta básica de la compra ha subido bastante. “Ha bajado el precio de los televisores, de las videocámaras, etcétera, pero ha aumentado el del pan, el aceite, la leche. Y eso es tremendamente impopular en cualquier parte del mundo”, explica el investigador.
Seis: No tiene grandes aliados
Al presidente no lo respalda ni siquiera toda la derecha chilena a pesar de haberla llevado al poder por primera vez en dos décadas. La explicación, de acuerdo al académico Andrés Benítez, es que el Gobierno no se preocupó de cultivar socios. Dice que el presidente no sólo dejo de lado a los partidos de centroderecha, sino que los marginó de las decisiones: “Esto contribuyó a que no se sintieran parte del gobierno”, señala el rector de la universidad Adolfo Ibáñez.
David Gallagher aporta otro dato: “La oposición ha desempeñado un papel tremendamente desleal. No tanto en los hechos como en la retórica. Y eso ha logrado hacer dañar la imagen del gobierno y del Presidente”.
“Se le ve solo”, dice Eugenio Tironi, “buscando protección en una sonrisa que tiene ya mucho de mueca”.
Siete: La gente se hartó de los abusos
En Chile, este año fue el de las protestas callejeras: la gente marchó para reclamar por la posible instalación de una central hidroeléctrica en la Patagonia, la implementación de más ciclovías, los derechos de las minorías sexuales y, desde hace cuatro meses, por la reforma radical al sistema educacional. El abogado Jorge Navarrete dice que explotó la rabia contra la forma en que origina, usa y distribuye el poder económico, político y social. “Más que una reforma puntual, la gente pide cambio en las reglas del juego: una nueva institucionalidad política y otro pacto fiscal”.
Carlos Peña recuerda que Chile ha llevado a cabo un profundo proceso de modernización capitalista que fue conducido por los Gobiernos de la Concertación y que ahora muestra sus déficits simbólicos y la falta de motivación. “No deja de ser paradójico que ese malestar con el mercado –la toma de conciencia de los déficits de participación y de igualdad que posee- se manifieste meses después de haberse escogido un gobierno de derecha y que ello nunca haya ocurrido mientras gobernaba la izquierda, a pesar que, en lo que atinge al mercado, una y otra se parecen. Pero la paradoja es sólo aparente. Durante los Gobiernos de la Concertación hubo mecanismos discursivos que permitían eludir esa sensación de impotencia, u olvidarla; pero ellos no están ahora disponibles”, señala Peña.
En este contexto, señala David Gallaguer, se ha producido un cambio en la percepción de la honestidad de los empresarios: “Y, lo que antes era una cualidad en el presidente, ahora es advertido como una característica negativa”. Eugenio Tironi lo resume: “Las personas quieren desquitarse, a través de él, de los abusos que sienten han sido o son sometidos por el mercado. A Piñera (en tanto presidente de la República, y por ende dependiente de la popularidad que le otorguen) lo tienen más cerca que al resto de la elite económica; y esto mismo hace que le pasen la cuenta de todas las frustraciones contenidas”.
http://internacional.elpais.com/internacional/2011/09/28/actualidad/1317193575_002905.html
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