Yo fui a uno de los mejores colegios de mi país. Tuve la oportunidad de tener la base académica necesaria para rendir una buena PSU y, finalmente, entré a una de las universidades más prestigiosas. Tengo la suerte de poder estudiar lo que realmente quiero, lo que me apasiona, y de tener un horario lo suficientemente flexible, para poder estudiar cuando necesite y mantener mis estudios como una de mis prioridades. ¿Por qué fue todo esto posible? Por una sola razón: yo pertenezco a la clase alta chilena.
Claro que sí me importan mis estudios y mis logros no han sido sin esfuerzo alguno, sin embargo, la realidad es que tuve la opción. Tuve la opción de poder aprovechar las oportunidades que se me dieron y hacer algo con ellas. Tuve la opción de buscar e informarme sobre distintas carreras, la opción de elegir mi universidad. No tuve que conformarme, ni tuve que preocuparme de los gastos, pues mi única preocupación fue dar una buena PSU. Lo único que dependía de mi era agarrar las herramientas que me proporcionó mi situación y sacarles fruto.
Tristemente, mi situación es solamente propia del 10% de la población chilena. Claramente, mi educación no es lo único proporcionado de buena calidad: vivo en Las Condes, no siento necesidad de preocuparme por las cuentas y tuve la oportunidad de vivir en uno de los países más desarrollados del mundo: EEUU.
Siempre estaré eternamente agradecida por la oportunidad de haber vivido tal experiencia en Estados Unidos. Especialmente, porque pude relacionarme con gente distinta a mí en todos los niveles posibles; tener relaciones cercanas con personas que en Chile nunca hubiera podido tener involuntariamente.
Hice la educación básica en un colegio público en EEUU. Estudié lado a lado con personas de distinta raza, cultura, religión y, primordialmente, estrato social. Tuvimos las mismas pruebas, “pelamos” a los mismos profesores, teníamos los mismos castigos, comimos en la misma cafetería, fuimos a las mismas fiestas, etc.
Nunca pensé que en el segundo que nos graduáramos todas nuestras diferencias se iban mostrar y nuestros futuros iban a ser determinados por ellos. Pasamos de ser la “generación 2008”: estudiantes de universidades públicas, ex estudiantes sin terminar los estudios, empleados, padres, profesionales, etc. Todos tenían un destino distinto. Desafortunadamente, muchos no lo tuvieron por opción propia, y fue en ese momento cuando me di cuenta de lo injusta y cruel que es la educación cuando se convierte en un negocio.
Nos mudamos a Chile en el año 2004, y pasé mis años de educación media en el Villa Maria Academy, un colegio ABC1 de mujeres. ABC1 es un término que describe a colegios privados, que obviamente son de buena calidad y que pertenecen a la minoría de los colegios. Fui de una sala con diversidad infinita, a una sala de puras mujeres, uniformadas, pertenecientes a la clase alta. Un dato muy importante es que un gran porcentaje de ellas habían estado en ese colegio y vivido en la misma comuna todas sus vidas, llevándolas involuntariamente a una “burbuja social,” cegadas a la cruel realidad chilena. Su mundo era el 10% de la población en la cual vivían y, probablemente, eran ignorantes a cualquier otra realidad, hasta llegar a la universidad (dependiendo de la universidad).
Todo esto se ha manifestado en lo que está pasando hoy en día con el movimiento estudiantil. Estudiantes, adultos, profesores, obreros están cansados de esta injusticia, y exigen educación gratuita y de calidad para todos. Orgullosamente, apoyo este movimiento en todos sus niveles y no vamos a parar hasta que se logre un cambio. Un cambio que se debería haber hecho hace mucho tiempo y que ha sido evadido por mucho tiempo.
Por lo anterior, he sido llamada muchas cosas: desde comunista hasta cuica. Lo que más me impresiona es la obsesión de la gente de calificar a todos. Es prácticamente absurdo ya que es uno de los mecanismos que más segrega a la gente. El problema de hoy no es un tema de tendencia política, sino de decencia moral.
El sistema educacional de Chile ha creado una segregación social que es casi imposible de disminuir, a menos de que haya un cambio notable. La educación es un derecho y el hecho de que su calidad y disposición dependa del estrato social del niño es la realidad más vergonzosa y patética que he atestiguado. Dinero no es sinónimo de educación, y nunca debe ser asumido como uno.
Yo pertenezco a la clase social alta. ¿Me avergüenza? No, nacimos donde nacimos ¿Me siento superior a alguien por ello? No ¿Merezco mejor educación? Obviamente que NO.
Nadie debe estar avergonzado del lugar donde nacieron: uno no lo controla y nuestro único rol es esforzarnos lo más posible para lograr las cosas a las que aspiramos. Nadie es superior. Si alguien siente algún tipo de superioridad, está viviendo una falsa realidad que probablemente terminará en su desgracia. Finalmente, ¿quién merece la mejor educación? TODOS, todos los niño/as tienen el DERECHO de poder desarrollar sus capacidades y potencial a su nivel más alto. TODOS merecen por lo menos tener la opción, como la tuve yo.
Entiendo porqué hay estas “burbujas sociales” y que para algunos sea difícil generar empatía con una realidad muy lejana o distinta a la suya. Sin embargo, estas “burbujas” son falsas (por los dos lados). No son lo real: el mundo está lleno de diferencias, desde el color de ojos hasta ideales.
Personalmente, hago un llamado a la gente que también pertenece a esta clase social prestigiosa para que estén conscientes de que nuestra vida académica es la que todos deben tener como derecho y que, desgraciadamente, es prácticamente imposible de conseguir sin plata. El hecho de que no seamos personalmente afectados por esta triste desigualdad no es una razón para no luchar por los que están y serán afectados. Aprovechemos la posición en que estamos para ir más allá. Somos la generación del cambio: es nuestro rol y responsabilidad asegurarnos que las injusticias de hoy día, no estén para mañana.
Sofía Matus.
Letras Inglesas (3er. año)
http://elpuclitico.blogspot.com/2011/08/yo-soy-parte-de-la-clase-alta-chilena.html
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