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domingo, 23 de octubre de 2011

Revelan el perfil de la nueva generación de encapuchados que protagoniza disturbios


Carabineros advierte que el fenómeno se está expandiendo en los últimos meses. Están más violentos y mejor coordinados.
por Jorge Ramírez y Héctor Rojas




Realizan ataques simultáneos en distintos puntos de la ciudad para dispersar a las fuerzas policiales y con sus acciones buscan generar un gran impacto público. Estas son dos de las características que, según reportes policiales, ha venido mostrando la nueva generación de encapuchados en las marchas y protestas de los últimos meses.
Nueva, porque dejaron atrás los actos espontáneos, como correr desordenados escapando del chorro de agua del carro policial. Ahora las acciones son concertadas, cuidadosamente planificadas y ejecutadas.
Así quedó en evidencia el martes pasado, cuando en Macul una turba atacó y quemó un bus oruga del Transantiago a las 7.30 horas, sin que los efectivos policiales pudieran hacer nada.
Carabineros ha detectado que estos grupos se han radicalizado y han perfeccionado su accionar, consiguiendo gran repercusión de sus acciones.
De acuerdo al análisis policial, en las grandes manifestaciones actúan pequeños "piquetes" o "micro núcleos" de no más de cinco encapuchados que se conocen a la perfección y llevan todos lo necesario para enfrentarse a Carabineros: guantes para proteger las manos, mascarillas, ropa para cambiarse, spray para inhibir el efecto del gas lacrimógeno, amoniaco, hondas, bombas molotov y de pintura.
El jefe de la zona metropolitana de Carabineros, José Luis Ortega, dice que "los encapuchados han perfeccionado su modo de operar, han ido adquiriendo indumentaria para combatir a Carabineros ".
"Se ha detectado que los encapuchados han ido mejorando su efectividad en la violencia que quieren cometer, y es lo que ha ido evolucionando, porque con tantas marchas van teniendo experiencia".
El accionar de estos pequeños grupos busca generar el denominado efecto "contagio", según los especialistas de Carabineros. Es decir, que otros activistas se sumen a los actos de vandalismo y que se transformen en "encapuchados ocasionales" durante las manifestaciones. En esta categoría es posible hallar a estudiantes universitarios, de enseñanza media, integrantes de barras de fútbol e incluso al lumpen.
El jefe de operaciones del OS-9 sostiene que "se trata de estudiantes que ven que sus compañeros lo pasan bien tirando piedras, por eso se unen a los hechos de violencia. Y luego, están esperando que haya otra marcha para provocar daños. Cada vez es más masiva esta situación. Estamos hablando de una subcultura del efecto contagio".
Agrega que entre los encapuchados también hay delincuentes que en el día provocan destrozos y en la noche se dedican a los robos violentos en las casas.
Los "micro núcleos", donde no hay liderazgos formales, administran manuales donde se dan instrucciones para enfrentarse a la policía, y también de orientación jurídica en caso de caer detenidos. Los ataques son más selectivos y los enfrentamientos ya no se dan sólo en las afueras de los recintos universitarios. En los últimos meses se han atacado casetas de seguridad pública, cajeros automáticos y locales comerciales.
Según fuentes policiales, las edades de los activistas fluctúan entre los 16 y 30 años y pueden pertenecer a cualquier estrato socioeconómico. Ortega señala que hasta junio de este año había cerca de 300 encapuchados. Ahora, el número superaría los 2.000. "Antes le tenían temor a la detención. Ahora cuando se detiene a uno nos atacan o aumentan su violencia contra los bienes públicos o privados".
Preocupadas por el fenómeno que va en ascenso, hace dos semanas autoridades del Ministerio del Interior dieron instrucciones a Carabineros para lograr parar el fenómenos de los encapuchados, ubicarlos y detenerlos. En esa línea, el general de la policía señala que "ahora la prioridad es detener encapuchados, ante el progresivo aumento de éstos; detener a 10 en una marcha es considerado un éxito". En esa dirección también va el proyecto que busca sancionar el uso de capuchas en las manifestaciones.
Identificados
Del total de encapuchados que está actuando en las marchas, la policía tiene identificados a 665. Entre éstos, un grupo menor están considerados como los más violentos y "andan de forma individual en las manifestaciones y no están vinculados de manera regular a las universidades y no sólo tienen antecedentes por desórdenes", señalan en el OS-9. Durante sus actuaciones en la calle no tienen diálogo y han protagonizado saqueos a locales comerciales y atentados incendiarios.

Kale Borroka: cambios en los métodos de sabotaje

Los investigadores estiman que este fenómeno se viene reproduciendo desde hace un tiempo.Los nuevos encapuchados aprendieron que ya no basta con encender fogatas y levantar barricadas en las calles. Actualmente están concentrados en el efecto de sus acciones. En esto les ha sido de gran utilidad adoptar nuevos métodos de sabotaje que provocan gran impacto público y sirvan para atraer simpatizantes. La violenta quema de un bus del Transantiago en Macul con Grecia fue un ejemplo.
Según la policía, esto responde a las simpatías del anarquismo insurreccionalista chileno con las corrientes anarquistas españolas y la modalidad adquirida por ex etarras, que se conoce como Kale Borroka. Se trata de acciones de terrorismo de baja intensidad que comenzaron a hacerse comunes en la década de los '90 en el País Vasco. Su objetivo era desestabilizar socialmente el sistema en aquellas zonas donde ETA no desplegaba comandos militares.
Un ejemplo se dio en julio de este año en una farmacia de Providencia, donde un pequeño grupo anarquista intentó quemar el local en una acción que duró sólo unos pocos minutos.

Los nuevos actores individuales en acción

La policía y los analistas detectaron una gran concordancia entre los llamados "actores individuales" con ex miembros del Movimiento Juvenil Lautaro, MJL, grupo subversivo que operó durante la década de los '90. Según los estudios, con la crisis producto de la detención de los líderes, el MJL desapareció completamente de la escena político subversiva, a diferencia del FPMR y del MIR ,que también sufrieron golpes importantes. Ya en prisión, los ex lautaristas comenzaron a organizarse bajo la forma de una coordinadora carcelaria conocida como el colectivo Kamina Libre. A través de visitas que recibían en la cárcel empezaron a comunicarse con jóvenes de universidades y del mundo anarquista alejados de la izquierda tradicional. Los códigos que reprodujeron su ámbito de influencia fueron diseminados en las letras de la música de bandas de rock que escuchaban. Los adeptos no dejaban de llegar seducidos por los mensajes de colectivismo y fin al capital. Se articulan en casas okupa con líderes definidos y cuadros operacionales regidos por afinidades de secretismo y lealtad.

Medidas de contrainteligencia

Carabineros también ha detectado que los grupos de encapuchados realizan constantes chequeos del actuar policial durante las manifestaciones. Algunos de los activistas graban el despliegue de los efectivos para luego estudiarlo. También antes de las manifestaciones estudian las vías de escape y dónde pueden protegerse ante la acción policial.
Están también los que se acercan a los grupos de Carabineros con la finalidad de escuchar las transmisiones radiales y conocer los puntos donde se están haciendo controles de identidad o revisiones de manifestantes.
A su vez, la bombas de pintura son utilizadas para tapar la visibilidad de los carros policiales y dificultar su accionar.
En escasas oportunidades ocupan teléfonos celulares, prefieren comunicarse vía correo electrónico para realizar sus convocatorias a manifestaciones o la realización de un ataque específico.
En algunos casos, los encapuchados graban sus propias acciones para luego darlas a conocer, tal como aconteció en una ataque ocurrido a la embajada de México en Santiago.



http://diario.latercera.com/2011/10/23/01/contenido/pais/31-87956-9-revelan-el-perfil-de-la-nueva-generacion-de-encapuchados-que-protagoniza.shtml

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