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domingo, 30 de octubre de 2011

"Uruguay y Chile están a la mitad de la ruta al desarrollo"


Sebastián Piñera
El presidente chileno, Sebastián Piñera, estuvo en Montevideo como parte de una mini gira que lo trajo desde Asunción. Aquí se reunió con el presidente Mujica, visitó Aladi y dio una charla para empresarios. Acosado por una protesta estudiantil que ya va para los seis meses, Piñera confió, en charla con El País, que entiende la demanda pero que la impaciencia es mala consejera, peligrosa e impide ver los avances que se hicieron en la educación. Se entusiasma hablando de la reconstrucción de su país después de los terremotos del año pasado, es optimista en su lucha contra la pobreza extrema y cree que, a veces, Chile es víctima de su propio éxito.
Fernán R. Cisnero
-El año pasado, El País estuvo en el Sur de Chile un día después del tsunami. El aspecto era desalentador. ¿Cómo se ha recuperado esa zona?
-Fueron golpeadas por el quinto peor terremoto en la historia conocida de la humanidad, pero afortunadamente Chile siempre que tiene que enfrentar la adversidad se une y muestra un temple inmenso. Por eso hemos logrado reconstruir casi dos tercios de lo que el terremoto y el maremoto destruyeron.
-¿Qué lecciones aprendió Chile con esa tragedia?
-Somos un país que nació y se ha forjado con la adversidad: terremotos, inundaciones, erupción de volcanes. En el maremoto y el terremoto del 27 de febrero de 2010, Chile perdió no sólo 521 compatriotas, sino que en un par de minutos perdió una de cada cuatro escuelas, uno de cuatro hospitales, miles de kilómetros de carretera, cientos de puertos y aeropuertos. Pero además hemos tenido el desafío de recuperar la capacidad de crecimiento, la capacidad de creación de empleos. Y los frutos han sido muy fecundos.
-Usted habla de unidad pero en aquellos días analistas hablaban de dos países conviviendo y que uno de ellos quedó en evidencia con, por ejemplo, los saqueos que siguieron a los sismos...
-Los primeros días hubo saqueos muy graves y bastante generalizados en algunas zonas del Sur. Cuando nosotros asumimos, 10 días después, el mando de la nación, una de las primeras preocupaciones fue restablecer el orden público, seguir buscando a los desaparecidos, ayudando a las víctimas. Pero insisto, el pueblo chileno actúo con gran unidad. Igual que en la búsqueda y el rescate de los mineros.
-Pero esos dos Chile de los que intentaba hablarle eran reales cuando una de sus grandes proyectos es sacar de la pobreza extrema a una gran cantidad de chilenos.
-Lo de los saqueos no mostró un Chile afortunado y un Chile empobrecido. Mostró la parte fea de nuestro país: eso fue vandalismo y delincuencia pura. Pero es cierto, en Chile tenemos niveles de pobreza absolutamente inaceptables y niveles de desigualdad absolutamente excesivos. Por eso una de nuestras grandes prioridades, además de recuperar el dinamismo de la economía chilena, fue derrotar a la pobreza extrema y sentar las bases para que antes que termine esta década, Chile pueda haber dejado atrás la pobreza. -¿Qué hizo concretamente para eso?
-Acabamos de establecer un programa -el Ingreso Ético Familiar- que atiende directamente a las familias más pobres y que tiene tres pilares: uno de dignidad (transferencias monetarias sólo por vivir en situación de pobreza), otro del cumplimiento de deberes (si cumplen con sus obligaciones de mandar a sus hijos a la escuela y controlarles la salud, se recibe una asignación extra) y un tercer pilar que es el de los logros, que quiere decir que si se mejora el rendimiento escolar o un miembro de la familia se integra a la fuerza de trabajo, se recibe un estímulo adicional. La suma de esos tres pilares, junto con el crecimiento económico, la creación de empleo, el mejoramiento de salarios, nos permitirá derrotar la pobreza extrema.
-La pobreza extrema genera, también, problemas de exclusión, y ahí algunos de esos pilares pueden no funcionar.
-Es verdad que la otra cara de la pobreza es la marginación y ese es un fenómeno que existe en Chile y que estamos combatiendo. Y ahí hay que evitar el simple asistencialismo porque lo que estaríamos haciendo es entregar pescado pero no enseñar a pescar. Nuestra iniciativa es proponerle a las familias pobres una alianza estratégica: si ellas se esfuerzan el gobierno colabora y cuanto más se esfuerzan más colabora el gobierno.
-Una encuesta publicada esta semana decía que 66% de los chilenos no creía que usted pudiera solucionar el conflicto con los estudiantes. ¿Es usted un poco más optimista?
-A veces la opinión pública pasa de mucho optimismo a mucho pesimismo, y los gobiernos tienen que mantener la quilla, el rumbo, y perseverar en sus esfuerzos. Mejorar la calidad de la educación en todos los niveles es la madre de todas las batallas. Nuestro primer año se concentró en la educación preescolar y escolar pero tenemos plena conciencia que ahora tenemos que enfrentar el tema de la educación superior. En 10 o 20 años, pasamos de 200.000 a 1.200.000 universitarios, y ese crecimiento -que es una evidencia del éxito del sistema- también es el que provoca grandes problemas como los que enfrentamos. Por eso hemos planteado un programa que apunta a mejorar la calidad de la educación y a mejorar el financiamiento porque para muchas familias eso constituye una mochila extraordinariamente pesada. Por primera vez, todos los alumnos con méritos del 40% más vulnerable, van a tener una beca garantizada. Para el 20% siguiente (y ahí cubrimos el 60%) establecemos un sistema que va a combinar becas y créditos y para el resto estamos mejorando las condiciones del crédito. Los estudiantes están pidiendo educación gratuita para todos pero un gobierno no puede pensar solo en los universitarios.
-Pero los estudiantes quieren soluciones ahora.
-Todos quisiéramos ir más rápido pero hay que tener cuidado. Uruguay y Chile estamos a mitad de camino en la ruta hacia el desarrollo. Tenemos que ser realistas y no pretender vivir más allá de nuestros medios. Eso no sólo va a frenar el desarrollo, sino que ya conocemos las experiencias de países europeos que por seguir ese camino hoy están en crisis profundas.
-Los riesgos de la prosperidad...
-Por supuesto. Parte de los problemas de Chile son los problemas de su propio éxito. Uruguay y Chile estamos en una situación muy expectante porque si logramos seguir creciendo con fuerza vamos a poder dejar atrás el subdesarrollo y la pobreza antes del final de esta década. Pero no hay que dormirse en los laureles: aún tenemos que esforzarnos mucho. Y la impaciencia de algunos puede comprometer ese camino hacia el desarrollo.
-Pero quizás las nuevas generaciones vienen con otra impaciencia. ¿Cómo congeniar los tiempos económicos o la mesura para llegar al desarrollo con las nuevas urgencias de la demanda popular?
-La ciudadanía pide que se solucione en un año problemas que se arrastran hace décadas. Estamos frente a una opinión pública muy consciente de sus derechos pero a veces no tanto de sus deberes. Está empoderada y es impaciente. Eso tiene un aspecto positivo que motiva a avanzar más rápido pero también es peligroso intentar ir más rápido de lo posible, uno puede descarrilarse. El gobierno dio pasos gigantescos en el tema de la educación pero los estudiantes quieren todo aquí y ahora. Pero la diferencia que el gobierno además de ser idealista y soñar con grandes cosas, como las que reclaman los estudiantes, tiene la obligación de ser realista.
-Usted hablaba de que estamos a mitad del camino hacia el desarrollo, ¿qué falta hacer para sortear la otra mitad?
-En América Latina en general, y en Chile también, nos falta un mayor esfuerzo para no solamente fortalecer los pilares tradicionales del desarrollo (la estabilidad política, la economía responsable y abierta al mundo y la búsqueda de una mayor igualdad de oportunidades), sino para incorporar los cuatro pilares nuevos sin los que no llegaremos lejos en esta sociedad del conocimiento y la información. Y ellos son: mejorar la calidad de la educación y el capital humano; invertir más en ciencia y tecnología; fomentar la innovación y el emprendimiento -que son los únicos recursos realmente renovables e inagotables con los cuales disponemos-, y hacer un esfuerzo inmenso de integración para que todos se sientan parte de ese proyecto, todos aporten al desarrollo y todos se beneficien de ese desarrollo.

Perfil

Nombre: Sebastián Piñera.
Nació: Santiago, 1° de diciembre de 1949.
Estado civil: Casado, cuatro hijos.

Presidente ejecutivo

El presidente de Chile es ingeniero comercial con mención en Economía de la Universidad Católica de Chile y Master y Doctor en Economía de la Universidad de Harvard. Ha tenido una larga carrera como ejecutivo y empresario y fue accionista en empresas como Lan Chile. Fue senador entre 1990 y 1998 por Renovación Nacional. Su primer intento para ser presidente fue en 2005 cuando perdió en segunda vuelta con Michelle Bachelet. Le ganó en diciembre de 2009 y en marzo de 2010 asumió como presidente. En 1973 se casó con Cecilia Morel. Tiene cuatro hijos y cuatro nietos.

"En el sector público se requiere más creatividad"

-¿Cómo le resultó el pasaje de lo privado a lo público?
-El Estado nos pertenece a todos, tiene que administrarse siguiendo las reglas de la transparencia, las leyes son fruto del proceso democrático en el Parlamento y toma tiempo y trae dificultades. Pero algo comparten la administración pública y la privada: requieren de una misión y una visión de donde estoy y donde quiero llegar. Hay que fomentar la creatividad, la imaginación, la capacidad de innovar. Y donde más innovación y emprendimiento se requiere es en el sector público porque ahí se mejora la vida de millones de personas. Pero falta más sentido de urgencia en el sector público: no tenemos todo el tiempo del mundo.

"Sobran las instituciones y falta voluntad de integración"

-Usted vino por una reunión de Aladi, uno de los tantos organismos de integración regional. ¿No hay demasiados?
-Cierto. Basta comparar lo que fue la situación de Europa, sin prejuicio de lo que pasa ahora, con la de América. El siglo pasado, Europa tuvo dos guerras atroces y sin embargo logró dejar atrás la lógica de la guerra y pasar a la lógica de la integración. En América no hemos tenido esos problemas y no logramos una verdadera integración. Deberíamos haber demostrado un liderazgo mucho más fuerte. Ahí tenemos una deuda pendiente que no se salda con tanta burocracia, con tantas instituciones, sino con una voluntad política verdadera de salir fortalecidos hacia este mundo global. Los presidentes hablan de cumbres, pero ya no son cumbres, ya son verdaderas cordilleras. Tenemos que darnos cuenta que nos sobran instituciones pero nos falta voluntad de integración.
El País Digital

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