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martes, 30 de agosto de 2011

Locos por el lucro


Por Pablo Barceló, profesor del Depto. de Ciencias de la Computación, FCFM, de la Universidad de Chile
Pablo BarcelóComo me comentaba mi amigo Juan Álvarez, también columnista de este espacio, uno de los pocos letreros que ha perdurado en las manifestaciones estudiantiles ha sido el de nuestros alumnos de Ingeniería en Computación: “Contra el virus del lucro”. Aunque lo normal es que mi columna trate temas más técnicos, directamente relacionados con la teoría de la computación, no me es posible en este caso obviar las reivindicaciones por las que nuestros alumnos están protestando: la contingencia obliga a que los académicos nos manifestemos frente a ellas.
Una de las críticas más burdas y cínicas que se hacen al movimiento estudiantil, es que luego de una etapa inicial en que puso sobre el tapete de forma justa los problemas de la educación chilena, pasó rápidamente a una etapa “politizada” o “ideologizada”, que responde a intereses de ciertos grupos políticos “sesenteros” por sobre los intereses de los padres, alumnos, profesores y otros. Esta crítica reiterada, que de paso muestra el terror que los chilenos le tenemos a la política y la ideología, es cínica y burda por varias razones. Primero, porque asume burdamente que la educación puede y debe ser planeada sin una ideología como fondo, y segundo, porque cínicamente no reconoce el hecho que detrás del modelo que tenemos hoy ya existe una carga ideológica abrumadora. Ésta dice que los incentivos lucrativos detrás de una actividad generan un óptimo social.
El gobierno, encubierto en el eufemismo de la “sociedad docente” y de los titulares cada vez más manipuladores de El Mercurio, ha hecho en las últimas semanas una fuerte defensa del lucro en educación (en realidad casi siempre lo hace al revés, llama a “no estatizarla”). El argumento ideológico subyacente es que la educación es un bien de consumo como cualquier otro, y que por tanto prohibir o limitar la participación privada en su generación es ilegal. El argumento que se le da a la ciudadanía es que el sistema privado de universidades ha permitido aumentar de forma dramática la cobertura, haciendo ingresar al sistema universitario muchos más jóvenes que nunca antes en nuestra historia. Este último argumento rápidamente se descubre como falacia, ya que dicho aumento de cobertura generado por las universidades privadas fue hecho a costa de la reducción y limitación impuesta por ley de las matrículas de las universidades estatales. Es decir, fue diseñado y fomentado.
El gobierno, en su afán de defender el lucro en educación superior, llama a los diferentes actores a tener un “amplio debate” acerca de éste. En particular, a discutir los pros y los contras del lucro. Algunos de los pros que los especialistas a favor del lucro mencionan son los siguientes: (1) hace los procesos educativos más eficientes, (2) aumenta la competencia, y por ende la calidad de los programas, (3) hace obligatoria la responsabilidad de la universidad-empresa frente a los clientes-empleadores, y (4) fomenta la innovación. Entre los contras, los más nombrados son los siguientes: (1) es prácticamente imposible discriminar quién sabe de educación, y, por tanto, quién está capacitado a ofrecerla, (2) el objetivo está desenfocado, pues se pasa de un objetivo de educar mejor al de maximizar las utilidades, (3) en la búsqueda del óptimo se eliminan servicios que buscan el beneficio social, debido a su costo, y (4) usualmente la empresa incurre en enormes gastos de publicidad para lograr distinguir su entidad.
No son muchos los países del mundo que permiten el lucro en educación superior. El caso más paradigmático de un país que sí permite este tipo de lucro es, por cierto, Estados Unidos, donde las universidades privadas se dividen en dos tipos: aquellas sin fines de lucro, del tipo fundación, que incluyen a algunas de las más prestigiosas universidades del mundo (por ejemplo, Stanford, Princeton, Harvard, MIT etc), y aquellas que son for-profit, es decir, que permiten las ganancias de sus dueños. El debate acerca de estas últimas ya está instalado en Estados Unidos, al igual que en nuestro país.
Por ejemplo, un muy interesante artículo publicado a mediados del 2010 por Forbes, “For-Profit Universities: The Yugos of Higher Education”, detalla varios de los principales problemas que se están viviendo con estas instituciones. El más grave es que éstas se llenan de dinero por medio de créditos de alto riesgo subsidiados por el Estado. Pero hay otros problemas grandes también: en general estas universidades ofrecen títulos de mala calidad, sin valor real en términos de oportunidades de trabajo luego de la graduación, y además realizan enormes campañas publicitarias para competir por alumnos, las que finalmente drenan las arcas universitarias que deberían ser invertidas en productos más académicos (investigación, extensión, etc.). El gobierno de Obama ha pensado legislar para poner restricciones a estos programas, pero (como era de esperar) se ha encontrado con la oposición republicana que tiene por detrás el lobby de las universidades con fines de lucro. ¿Le suena conocida esta historia?
Es interesante destacar que hay un gran componente del quehacer universitario tradicional que una universidad con fines de lucro muy difícilmente logrará realizar: investigación. Es decir, las universidades con fines de lucro son generalmente universidades docentes, lugares donde sólo se preparan alumnos y los profesores se dedican exclusivamente a enseñar. Si una institución que no hace investigación puede llevar el nombre de universidad es una discusión larga y llena de aristas imposibles de tratar en este artículo. Sin embargo, para finalizar la columna me gustaría detenerme en la siguiente pregunta: ¿por qué usualmente las universidades con fines de lucro no realizan investigación (al menos, de forma masiva)?
Es bastante evidente que gran parte de la investigación que se realiza en una universidad tiene como objetivo el beneficio social antes que el beneficio económico: por ejemplo, la investigación en las ciencias sociales tiene como principal eje tratar de entender mejor la comunidad en la que vivimos, mientras que la investigación de las ciencias físicas y matemáticas busca explicar y/o modelar los fenómenos naturales para nuestro beneficio. Gran parte de esta investigación se publica abiertamente al público, y no se espera una retribución mayor para la institución que el reconocimiento de los pares y la comunidad. Es difícil que una universidad con fines de lucro se interese en realizar este tipo de investigación, debido a que no se “paga”: es usualmente cara de realizar y el beneficio es poco (el reconocimiento de la comunidad especializada de un área difícilmente va a atraer más alumnos de pregrado a los programas ofrecidos por la universidad; mientras que el beneficio social no es el objetivo de la universidad-empresa).
Es cierto que hay un porcentaje no menor de la investigación científica que logra tener un impacto tecnológico, y, por tanto, por medio de patentes podría convertirse en fuente de muy buenos ingresos para la universidad. Es posible que alguna institución con fines de lucro siga este modelo, pero siendo sincero es muy difícil que este modelo escale más allá de un par de universidades en algunos países desarrollados: es muy poca la gente que sabe detectar el potencial tecnológico en los procesos científicos y transformarlo en un producto rentable, y generalmente esa gente ya trabaja en puestos altísimos en las compañías tecnológicas más importantes del mundo. Por el momento, además, nadie en el mundo sabe muy bien cómo formar emprendedores e innovadores, por lo que este camino parece difícil de transitar para nuestras universidades-empresas. 



http://dccuchile.blog.terra.cl/2011/08/30/locos-por-el-lucro/

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