- PEDRO SANTANDER
- Periodista. Director de Postgrado en Comunicación PUCV.
La columna de Iván Weissman, en la cual éste expresa su indignación porque los re-conocidos periodistas Alejandro Guillier y Fernando Paulsen han dado a conocer públicamente sus opiniones acerca de asuntos públicos contingentes, tiene, como muchas columnas de este tipo, el problema de creer que sólo existe un tipo de periodismo.
El texto se titula “Paulsen y Guillier perdieron el derecho a ser periodistas”, pero, en realidad, y haciendo un esfuerzo para que el lenguaje represente lo mejor posible aquello que se quiere sostener, debiera titularse “Paulsen y Guillier perdieron el derecho a ser periodistas, de acuerdo a los cánones de la escuela estadounidense”. Porque, efectivamente, según ciertas visiones, profundamente interesadas e ideológicas, el periodismo debe practicarse de una cierta manera que, podríamos agregar, es un modo aséptico, poco pasional, neutral. O, como dice Weissman en su columna, que quiere ser “lo más objetivo posible”.
Siguiendo esa línea “anglo”, el rol del periodista efectivamente se concibe como uno en el cual el profesional debe evitar que sus opiniones “se hagan parte de su trabajo”, y, si así ocurriera, el profesional será seriamente cuestionado, tal como ocurrió esta vez. El columnista está indignado, ya que, siguiendo los postulados de esta escuela “anglo”, al hacer esto, los periodistas pondrían su credibilidad al servicio de intereses no periodísticos.
El periodismo chileno de finales del siglo XIX y principios del XX, no se parece mucho al de los ’60 y ’70, y el que se hizo durante de la dictadura es distinto a ambos. Pero el que se ha hecho desde 1990 en adelante sí que se parece al periodismo “anglo”: aséptico, sin pasión, con agenda uniforme, separando información de opinión y sin reconocer nunca de manera pública sus líneas editoriales.
Esta postura es, a mi modo de ver, cínica, aunque legítima y muestra un cuerpo conceptual y argumental relativamente sólido. Pero tiene un problema frente al cual nunca se pronuncia y que, si lo consideramos, invalida todos sus postulados: olvida que el periodismo es una construcción histórica y, como muchas construcciones sociales humanas, varía de acuerdo a los tiempos históricos que le toca presenciar y vivir.
La escuela “anglo” concibe un solo tipo de periodismo, porque concibe un solo tiempo histórico, de hecho, ha llegado a postular el fin de la historia; concibe un solo periodismo porque concibe una sola forma de organización social: la democracia liberal capitalista; concibe un solo periodismo porque es hija de un solo paradigma científico: el positivista que exige la distancia crítica y objetiva entre el observador y lo observado; concibe un solo periodismo porque sólo piensa en un tipo de sujeto: el hombre racional occidental.
Dije antes que se trata de una postura cínica y lo es justamente porque nunca explicita estos postulados, porque, tal como piensa que el periodista puede tener opinión, pero debe guardársela y sólo dedicarse a informar, cree también que una cosa son las definiciones teóricas y otra las políticas; olvida de este modo (olvido con motivación ideológica), que todo va de la mano: la opinión con la información y la lucha teórica con la lucha política. Por eso, concebir el rol del periodista de un modo u otro es un asunto político y entender el periodismo de una manera u otra es también una definición histórica y cultural.
El periodismo chileno de finales del siglo XIX y principios del XX, no se parece mucho al de los ’60 y ’70, y el que se hizo durante de la dictadura es distinto a ambos. Pero el que se ha hecho desde 1990 en adelante sí que se parece al periodismo “anglo”: aséptico, sin pasión, con agenda uniforme, separando información de opinión y sin reconocer nunca de manera pública sus líneas editoriales.
Es un tipo de periodismo que, al igual que el sistema ideológico y económico que lo sostiene y al que responde, está siendo seriamente cuestionado en muchas partes del mundo.
Eso indigna a algunos, acostumbrados a un solo modelo, pero los verdaderos indignados, esos son otros.
http://www.elmostrador.cl/opinion/2011/10/14/%C2%BFquien-se-indigna-con-paulsen-y-guillier/
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