Christian Palma/Desde Santiago de Chile
“Y va a caer y va a caer… la educación de Pinochet.” El grito –herencia modificada de la dictadura– se escuchaba fuerte en la Alameda, la principal avenida de Santiago. Cerca de las 11 de la mañana, miles de personas se amontonaban en la plaza Italia, el lugar que separa Santiago entre la clase alta y la otra, listos para iniciar una marcha calificada de histórica y que le enrostró al gobierno de derecha de Sebastián Piñera que no sólo hay descontento por la calidad y costo de la educación, sino que la molestia general crece. Y de qué manera. En cifras conservadoras, fueron 150 mil almas ayer en la capital y varios miles más en regiones los que se plegaron al llamado en conjunto de los universitarios, pingüinos y profesores.
Desde hace años, los escolares y universitarios vienen reclamando por un cambio radical en la educación. En lo medular exigen igualdad, equidad y gratuidad para la enseñanza superior, la estatización de la enseñanza media y terminar con el lucro.
El modelo educativo actual es un lastre que viene desde los tiempos de Pinochet, cuyas modificaciones de 1979 y 1981 ya no se sostienen. “Ha habido avances”, reconocen los actores, sin embargo no son suficientes para cubrir “el derecho a la educación”.
A la marcha de ayer –donde también se sumaron trabajadores, empleados fiscales, ambientalistas y un sinfín de anónimos– la han antecedido varias manifestaciones masivas relacionadas con este tema y con otras demandas ciudadanas, como el reclamo por las millonarias estafas perpetradas por una gran cadena de multitiendas, la letra chica en muchos proyectos de ley o la aprobación de una central hidroeléctrica en la Patagonia.
“La gente está cansada y se siente engañada”, sostiene Rodrigo Morales, sociólogo, que llegó a la manifestación cargando una gran bandera “contra el lucro”. Agrega Carolina Díaz, estudiante de enfermería: “Estamos molestos con la conducción del gobierno, que al asumir en 2010 presentó credenciales de excelencia. También con el modelo económico y la clase política en general”.
Entre tambores, trompetas y disfraces, sobresalían las numerosas pancartas y lienzos, donde el mensaje apuntaba al presidente de Chile y a su ministro de Educación: “Lavín… Piñera… la misma billetera” o “Educar no es llegar y llevar”, en alusión al slogan de La Polar, la megatienda acusada de inflar sus ganancias y renegociar unilateralmente con clientes morosos, endeudándolos de por vida. El mar humano que ocupaba cuadras y cuadras se desplazó en orden hasta Plaza Los Héroes, con la escala correspondiente afuera de La Moneda, cerquita del Ministerio de Educación que estaba protegido por una gran cantidad de efectivos policiales.
La presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Camila Vallejo, contradijo al gobierno al sostener que “el movimiento estudiantil tiene cada vez más adherentes de distintos sectores de la sociedad”. En la víspera, desde La Moneda trascendió que la politización de las movilizaciones, la duración de las mismas y el adelantamiento de las vacaciones de invierno en los más de 200 colegios en toma, ablandaría las protestas. Sin embargo, nada de eso ha sucedido, al menos al calor de lo visto ayer en esta ciudad de seis millones de habitantes.
“Si las autoridades de gobierno no son capaces de resolver los problemas, que los ciudadanos sean los que decidan”, agregó Vallejo en un llamado a impulsar un plebiscito que resuelva las demandas de la educación.
Paloma Muñoz, vocera de los pingüinos, enfatizó que el adelanto de las vacaciones de invierno no los amilana.
El presidente del Colegio de Profesores, Jorge Gajardo, sostuvo que “se demuestra que este movimiento es real y es necesario que se tome en cuenta”. Agregó que “si no hay cambios y el ministro sigue administrando este conflicto con los mismos criterios que lo ha hecho hasta ahora, nosotros vamos a hacer una campaña para que se le adelanten las vacaciones”.
La explicación del ministro Joaquín Lavín es que “si siguiéramos en toma con clases, tendríamos que alargar el año escolar más allá del 14 de enero. Es una medida para proteger el año escolar, estamos preocupados por que se recuperen las clases”. Sin embargo, para los dirigentes, ese no es el camino para retomar el diálogo.
A ello debe añadirse el rechazo efectuado el miércoles en la noche por los rectores de las universidades tradicionales a la propuesta del ministerio, pues la consideraron incompleta. Ayer Piñera reafirmó el compromiso de su gobierno con la Educación. “Si queremos mejorar la educación, tenemos que hacerlo en forma educada, en forma reflexiva y responsable. Y ese es el compromiso de nuestro gobierno”, indicó.
Así las cosas, el panorama para uno de los ministros mejor evaluados hasta antes del conflicto estudiantil se ve complicado. Las reformas no son fáciles de aplicar, implican acuerdos políticos y mucho diálogo. Dos puntos que la oposición asegura no existen en este gobierno.
Además, los estudiantes, que ya tienen la escuela del pingüinazo de 2006, no han dado señales de bajar la toma. Por más que digan públicamente que botar a Lavín no es la solución, el margen de acción y respaldo político de su sector al siempre presidenciable se agota.
Hace cinco años, Michelle Bachelet debió modificar su gabinete para descomprimir el ambiente, cuando la rebelión pingüina la tuvo en jaque.
Cerca de las 14, la marcha comenzó a acabarse, al tiempo que comenzaban los típicos enfrentamientos con carabineros. Cuadro que se repitió a lo largo de Chile. (Página 12)
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