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lunes, 8 de agosto de 2011

La generación sin miedo

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CRISTIÁN CABALÍN
Académico del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile.
http://www.icei.uchile.cl









Mi mejor amigo de La Bandera en un email me dice: “No te imaginas cómo sonaron las cacerolas. Como en los ‘80 ¿Te acuerdas?”. Claro que recuerdo a nuestros padres y vecinos haciendo sonar las ollas en momentos en que se luchaba por recuperar la democracia en las poblaciones de la periferia. Nosotros éramos cabros chicos, que como en un juego golpeábamos cualquier pedazo de metal para unirnos al coro. Eran sonidos de reclamo y desahogo frente a los allanamientos, persecuciones y golpizas indiscriminadas de las fuerzas represivas de la dictadura. No había miedo, solo ganas de manifestarse.



En rigor, esa generación de chilenos nunca temió luchar por la democracia. Sin embargo, desde 1990 la democracia empezó a temerle a las manifestaciones públicas. Paradójicamente, la participación ciudadana se fue apagando con los gobiernos de la Concertación, salvo excepcionales estallidos como la revolución de los pingüinos del 2006. Nos concentramos más en el crecimiento económico y la estabilidad política. Nos encerramos tras enormes rejas en nuestras propias casas, esperando la llegada de los beneficios del progreso material. Nuestros padres nos decían “concéntrate en estudiar para que puedas tener una vida mejor que la nuestra”.
Aplicando el concepto del profesor de UCLA, Jared Diamond, la cadena de malas decisiones del gobierno se puede entender por “razonar por falsa analogía”. Esto quiere decir que se actúa de la misma forma que en el pasado, pero en un contexto totalmente distinto. El gobierno de Piñera no ha entendido que la sociedad chilena es hoy más compleja, diversa y exigente. Ya no basta con el crecimiento económico ni con las promesas de mayor desarrollo material.
Pero con el paso del tiempo, esas aspiraciones fueron chocando con una realidad excluyente y elitista. El segregado sistema educacional chileno no asegura mejores oportunidades para la gran mayoría. Y, por suerte, los estudiantes de esta generación se dieron cuenta. Se sacudieron del temor, aunque probablemente nunca lo tuvieron, y salieron a las calles para manifestar su descontento. Muchos de ellos nacieron al final de la dictadura o ya en plena transición. No cargan con fantasmas ni sombras del pasado. Son una nueva generación, más crítica y audaz. Usan las nuevas tecnologías como plataformas de información. No necesitan partidos tutores ni líderes mesiánicos. Son una generación sin miedo.
Desde el 12 de mayo están en las calles y este 4 de agosto resistieron una violenta represión ordenada desde el ministerio del Interior. Llamaron a un cacerolazo y todo Chile se sumó. En las poblaciones y en las comunas más acomodadas se sintió también el sonido del reclamo de los estudiantes. Evidentemente, la gran prensa puso el foco en los incidentes de la jornada, como lo ha hecho desde el principio de las manifestaciones. Pero la sociedad ya parece inmune a ese manejo comunicacional. El 72% de los chilenos apoya el movimiento estudiantil. Y el 80% se opone al lucro en la educación, según la encuesta CEP. Esa es la principal demanda de los estudiantes que sintoniza con la mayoría de la población.
El gobierno no ha sabido responder. Después de 52 años esperando llegar al poder de manera democrática, la derecha ha sido incapaz de cumplir con la promesa de una nueva forma de gobernar. Su nivel de aprobación roza el suelo (26%, según CEP), pero de igual modo aplica represión y medidas parche. La Moneda está superada, porque ha tratado emplear las mismas políticas que se han desarrollado en Chile desde hace más de dos décadas. Sin  embargo, esta generación es distinta y no la convencen con ofertones y no la amedrentan con el despliegue policial. La clase política, en general, piensa que aún estamos en los ‘90.
Aplicando el concepto del profesor de UCLA, Jared Diamond, la cadena de malas decisiones del gobierno se puede entender por “razonar por falsa analogía”. Esto quiere decir que se actúa de la misma forma que en el pasado, pero en un contexto totalmente distinto. El gobierno de Piñera no ha entendido que la sociedad chilena es hoy más compleja, diversa y exigente. Ya no basta con el crecimiento económico ni con las promesas de mayor desarrollo material. Hoy, la gran demanda es construir una sociedad más equitativa, con mejores oportunidades para todos y no sólo para los privilegiados.
Esa es la lucha del movimiento estudiantil. Los conservadores los tratan de ideologizados, intolerantes e inmaduros. Los quieren deslegitimar como interlocutores. Pero ellos superan estas operaciones políticas y están demostrando que otra democracia es posible. Solo bastaba con sacudirse de los miedos.



http://www.elmostrador.cl/opinion/2011/08/08/la-generacion-sin-miedo/

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