La
educación pública está en lucha. Disminución del presupuesto, recortes
de derechos laborales, eliminación de puestos de trabajos, supresión de
los procesos públicos de selección de docentes… esta es la realidad que
estamos viviendo en el sistema educativo actual… y lo que queda por
venir.
Esta
situación no es más que un nuevo reflejo de aplicar la receta
neoliberal al sistema educativo público. Desde hace años, y de forma
paradójica, se da la circunstancia que para suplir los desajustes de esa
maquinaria tan antihumana e imperfecta llamada capitalismo se ofrecen
soluciones basadas en hacerla aún más ubicua y salvaje.
Como
recordamos, fue en la crisis del petróleo de los años setenta y la
posterior llegada a los gobiernos de Thatcher en Reino Unido y Reagan en
Estados Unidos cuando el paradigma neoliberal se extiende por el mundo
para intentar consolidarse como el pensamiento hegemónico, introduciendo
la lógica mercantilista en todas las facetas de la vida. El
neoliberalismo será el gran inspirador en las políticas económicas a
nivel mundial desde entonces, amplificando su dimensión a finales de los
ochenta a partir del derrumbe del bloque soviético.
En
su implantación jugaron un papel esencial los partidos conservadores y
democristianos que compatibilizan el neoliberalismo más ortodoxo en la
política económica con el conservadurismo en la política social y
cultural. Sin embargo, la contradicción sobre le papel del estado en
ambas tradiciones es más que evidente, ya que mientras el liberalismo
pretende la supresión estatal hasta las mínimas expresiones para
garantizar la propiedad privada, el conservadurismo fomenta un estado
fuerte y presente que plante cara al “mal” e imponga sus valores basados
en orden y tradición.
No
obstante, hace tiempo que el neoliberalismo ha dejado de ser propiedad
exclusiva de la derecha política y se ha ido incorporando de forma cada
vez más notable en los planteamientos económicos de la izquierda
socialdemócrata y reformista, como consecuencia de la tendencia
homogeneizadora de las ideas económicas globales.
En
la actualidad y bajo la influencia de una nueva crisis económica vuelve
reaparecer, como un cuervo oportunista, las interesadas soluciones
neoliberales. Precisamente, uno de los motivos fundamentales de esta
nueva crisis ha sido la gran idea fuerza del planteamiento neoliberal,
el laissez faire, es decir, dejar actuar al libre mercado en su máxima
expresión. Parece pues inverosímil que se puedan solucionar los
problemas mediante los recortes y las privatizaciones en el sector
público para fomentar, paradójicamente, más laissez faire, entrando en
un bucle infinito causa-efecto.
Desde
el comienzo de su andadura hasta la actualidad, la saña neoliberal se
intenta cebar con los derechos conseguidos por las luchas sociales,
escialmente la sanidad y la educación, estandartes del fallecido estado
de bienestar. Respecto a la educación, su objetivo final es la
desaparición progresiva del sector público mediante su privatización y
el apoyo a la red educativa privada y concertada, colocando el interés
en que los clientes (padres y estudiantes) puedan optar por las
distintas ofertas del mercado (colegios-empresas) siempre que tuvieran
dinero para permitírselo, claro está.
Teniendo
en consideración este contexto y la finalidad de las políticas
neoliberales, vamos a repasar algunos de los principales conceptos y
argumentos del discurso neoliberal en educación para comprobar sus
intereses y su alcance.
La educación pública es ineficiente e ineficaz. La búsqueda de la “calidad” educativa
La
red pública educativa es considerada un derroche, una cueva de ladrones
donde sólo importa el bienestar de los funcionarios, sin valores y, lo
más importante, sin el rendimiento escolar que se debería esperar, lo
que muestra su gran atraso.
En
este ámbito se entiende la calidad como rendimiento escolar y
eficiencia económica de las escuelas, lo que justifica en las políticas
neoliberales el apoyo a los centros privados, la inserción de prácticas
empresariales de gestión en el funcionamiento de las escuelas públicas
(llegando a ser empresas privadas las que directamente gestionan ciertos
aspectos) y la desaparición de la educación como derecho social.
Desde
esta perspectiva, los padres y estudiantes son considerados como
clientes del centro que les proporciona un servicio (educación formal)
mediante el cual esperan obtener ciertos resultados (rendimiento
escolar, títulos, reconocimiento, dinero, influencia). Lógicamente, las
dificultades de aprendizaje, la atención a la diversidad, a los
colectivos en peligro de exclusión o el simple trato como personas y no
como consumidores, ya no tienen cabida en estos planteamientos
mercantilistas.
El primer paso, la “autonomía” de las escuelas
Uno
de los aspectos fundamentales del pensamiento neoliberal para lograr
“calidad” es mejorar los centros educativos mediante la gestión
eficiente y fomentando la competencia entre ellos, planteándose desde
esta visión, que mediante la independencia institucional de la
administración pública y la gestión empresarial aplicada a las escuelas,
los centros competirán entre sí y con ello mejorarán el servicio
ofertado para procurarse la captación de clientes.
De
esta forma, se disminuyen o eliminan las responsabilidades de la
administración pública respecto a las instituciones educativas,
reduciendo los recursos asignados y dejando la suerte del centro público
en manos de la oferta y la demanda del “libre mercado educativo”,
potenciando la creación de guetos y la división social por cuestiones de
clase.
Pero lo fundamental, es la “libertad”
Claro,
para poder llevar a la práctica las políticas neoliberales es
indispensable que exista libertad, es decir, “su libertad”. En primer
lugar, es necesaria la libertad para crear colegios, justificándose
dentro de los parámetros de fomentar la competencia entre los centros
para promover la mejora educativa. Cualquier institución o empresa
privada debe tener la opción de presentar su “oferta educativa” sin que
existan demasiadas trabas legales.
En
segundo lugar, es impresdindible la libertad de elección del centro, es
decir, hay que dar la opción al cliente de que pueda elegir el servicio
que más le interesa, de otra forma, sin clientes, no hay opción de
realizar la “transacción”.
Existen
diversas formas de favorecer la libertad de elección del centro, desde
potenciar que los colegios puedan asignar una puntuación relevante por
motivos subjetivos en la admisión de sus estudiantes, hasta los famosos
“cheques escolares” que se basan en dotar de cierto dinero a cada
familia para que elija (y pague) el colegio que desee, siempre que tenga
suficiente con el cheque y los propios recursos económicos que la
familia posea.
Al
ser tratada como una mercancía, cada uno tendrá la educación que pueda
pagar, estratificando la sociedad, reproduciendo las desigualdades
socioeconómicas y perpetuando el orden social establecido.
Posibles conclusiones
Los
recortes presupuestarios en educación, la obsesión por la eficiencia
económica y el empeoramiento de las condiciones laborales de los
docentes para buscar mayor productividad, no son más que síntomas
evidentes del virus neoliberal inyectado por la casta política en las
venas de la educación pública.
La
retirada de recursos es un hecho. Menos dinero, menos personas y más
trabajo para los centros públicos, mientras que los modelos de gestión
empresariales se asientan en la organización institucional y aumenta el
apoyo político a los centros privados y a la segmentación de los
estudiantes según su rendimiento con la excusa falaz de conseguir la
“excelencia educativa”.
El
objetivo de la educación ha dejado de ser conseguir un desarrollo
integral en los jóvenes, para convertirse en conseguir la máxima
rentabilidad económica. Sin embargo, es totalmente insostenible que una
lógica que produce tan hondas desigualdades en el mundo pueda ser el
fundamento último de la concepción educativa.
Ni
la educación es un negocio, ni los estudiantes son clientes, ni los
docentes trabajadores de una fábrica de montaje. La educación es un
proceso de formación multidimensional en valores, conocimientos y
habilidades, pero también es un derecho social básico que debe asegurar
la dignidad y el progreso personal.
No
queremos colegios-empresas y lucharemos para que eso nunca pase. Los
centros educativos no son centros comerciales, muy por el contrario, la
escuela debe convertirse en motor de cambio por la justicia social
mediante el fomento de la conciencia crítica, la emancipación y la
acción directa contra el propio sistema capitalista que pervierte el
sentido del sistema educativo y lo utiliza para preservar sus criminales
privilegios.
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